
A Orlando Martínez nada humano le fue ajeno
Por RAFAEL PINEDA
SAN JUAN DE LA MAGUANA.- El 17 de marzo es un día especial. Se cumple en esa fecha un nuevo aniversario de la caída de Orlando Martínez, el periodista apasionadamente recordado por el pueblo dominicano.
Particularmente me siento muy comprometido con estar en cada uno de los eventos que en Santo Domingo, San Juan y Las Matas de Farfán, organiza el Comité de homenaje junto al Colegio de Periodistas y al Sindicato de Trabajadores de la Prensa, para exaltar los méritos de su memoria.
Fui, soy, y seré admirador de ese símbolo del periodismo latinoamericano.
Con su recuerdo, debo dedicar un esmero a mi hermana María Belén Sención con quien todas las tardes nos sentábamos alrededor de una mesa a compartir lecturas en voz alta, de la columna Microscopio que llegaba en El Nacional. Lo mismo hacíamos con las de Mario Emilio Pérez, de El Caribe, que las hacían a ella morir de la risa.
Admirábamos la elegancia del estilo escritural de Orlando y la profundidad de esas columnas que nos conectaban con la indignante realidad que vivía la República.
Yo no lo había visto en persona. Lo distinguía por las imágenes que se publicaban en el periódico y una vez lo alcancé a ver, a cuatro o cinco metros, en la Casa de Teatro, acompañando a Ana Belén y a Víctor Manuel San José Sánchez.
Después, cuando estuve preso en Chile, él, sin conocerme, me dedicó una de sus columnas, la que tituló “Un negrito dominicano en Chile”.
Orlando es digno de que se le recuerde todos los días, y de diversas formas. Por eso me contagian el entusiasmo de Alfredo del Valle, quien los últimos años ha asumido la responsabilidad organizativa de los homenajes en San Juan, y las palabras memorables de Cassandro Fortuna Sánchez hace más de 30 años cuando, en un discurso, dijo: “La memoria de Orlando Martínez está hoy tan alta, como alta está la bandera dominicana”.
Como lector de sus artículos que fui, al cumplirse 50 años del crimen, lo recuerdo de manera especial porque su conducta y ejemplo son una inspiración. Por la nobleza de su sabia transparencia, por la honestidad de su ejercicio profesional y por su vida breve, pero fructífera.
Orlando aspiraba a una sociedad especial y en sus escritos tocó todos los temas. Escribió: “Yo quiero una sociedad donde el terror sea el gran ausente, el eterno y único exiliado involuntario”.
Y escribió: “Quiero una justicia social profunda. Pero también quiero una libertad social sin trabas. Derecho no solo al vestido, a la casa, a la comida. Sino también acceso a todos los tipos de libros, y posibilidad de investigar y conocer todo cuanto mi espíritu quiera investigar y conocer”.
Leer (o releer) sus escritos recopilados en Microscopio 1, ll y lll, es refrescar y ponerse al día sobre los hechos de una época atroz, marcada por el derramamiento de sangre y por la presencia de una generación que supo contestar con valentía los horrores del terrorismo de estado y de la falta de justicia. Es ilustrarnos sobre la realidad de un pasado que, con sus cambios de nombres y modalidades, gravita contra el presente.
Desde su joven vida, le dejó un legado al periodismo latinoamericano. Hay que leerlo para comprender la plenitud de su pensamiento profundo.
De los escritos recuperados, he extraído un resumen de su pensamiento.
Parodiando a Terencio, el dramaturgo cartaginés, su frase más conocida:
- A un hombre de verdad, nada humano puede resultarle ajeno.
Y estas otras proposiciones emergidas de su intelecto: - Sin embargo, para mí no hay temas prohibidos.
- Si apenas soy un simple hombre que lleva en sí todas las flaquezas, todas las debilidades de los hombres.
- El día que llegue a autocensurarme recogeré mis papeles, le pondré el forro a la máquina de escribir y me dedicaré a otro oficio. * * El autor es poeta.