
Causalidad y casualidad en la tragedia del túnel de la Av. 27 Febrero
Por BERNARDO HIRAN SANCHEZ MELO
En la tragedia sucedía en el paso a desnivel de la ave. 27 de Febrero con Máximo Gómez el fatídico 18 de noviembre pareciera que la suerte no acompañó a las víctimas del derrumbe de una de sus paredes laterales. Justo al colapsar la pared de hormigón revestida de mosaicos debido a la fuerza ejercida por el cúmulo de aguas torrenciales nueve personas se vieron atrapadas en la inmovilidad de un tránsito que les imposibilitó escapatoria alguna, siendo literalmente aplastados por el peso de los muros.
Una reflexión de los acontecimientos casuales de la vida llevaría a pensar que las desventuras que causan dolor y sufrimientos son producto de la mala suerte o desdichas que el destino le tiene deparado a las personas afectadas. ¿Cuántas veces no se ha escuchado decir si no hubiera hecho tal o cual cosa aquello no hubiera sucedido?
La respuesta a esa interrogante, en realidad, la puede dar exclusivamente la víctima o las víctimas, quedándose sin contestación cuando los afectados fallecen, llevándose consigo la respuesta al más allá. Muchos pudieran suponer en toda la extensión de la palabra que operó la casualidad desfavorable a los afectados en el desenlace de las circunstancias.
Sin embargo, y en el caso que nos ocupa, como muchos otros eventos trágicos sucedidos en esta media isla, la previsibilidad ha brillado por su ausencia. Superando con creces la causalidad a la casualidad en las ocurrencias, en donde lo predecible bien pudo haber evitado tragedias, infortunios, desdichas y desventuras.
En efecto, muchos de los eventos fatídicos relacionados con colapso de infraestructuras públicas y privadas no debieron haber sucedido, y más aún, ni debieran suceder si se hubiese observado, tomado en cuenta, la aplicación correcta y oportuna de las normativas y los requerimientos establecidos en las reglamentaciones y metodologías que rigen la ejecución de obras, y proyectos de inversiones públicas.
De modo que, la realidad nos choca de frente, al verificarse que en nuestro país una gran cantidad de edificaciones tienen un alto nivel de vulnerabilidad ante los terremotos, inundaciones y deslizamientos de tierra, en gran medida por no haberse tomado en cuenta en sus cálculos estructurales los requisitos de los reglamentos sísmicos, ni aplicar las especificaciones, ni considerarse las características y las condiciones de vulnerabilidad de los terrenos. Así las cosas, la no prevención en el diseño, ejecución, y construcción de obras han terminado, en muchos casos, con infraestructuras gravemente dañadas desde su simiente, y no pocas veces de difícil recuperación.
Es pues, a partir de estas consideraciones que se hace perentorio la importancia de difundir para conocimiento de todos de las áreas que muestran vulnerabilidades a nivel nacional con miras a dar a conocer cuál es el riesgo esperado al momento de un terremoto o una inundación o deslizamiento de tierra o vientos huracanados en las esas zonas frágiles.
Si bien, en la actualidad se ha logrado importantes avances en la gestión de riesgo de desastres y desde el mismo Gobierno se viene resaltando la importancia de tomar medidas tendentes a contrarrestar los efectos del cambio climático, y desde el Viceministerio de Ordenamiento y Desarrollo Territorial, se ha puesto especial atención a un Sistema Nacional de Información Territorial (SNIT), con miras a resaltar la relevancia de construir la “democratización de los datos a los fines de ordenar el uso de suelo y los asentamientos humanos”, se hace cada vez más imprescindible dar a conocer nuestros riesgos, como lo son: las zonas de inundaciones y deslizamientos, y principalmente las localidades en donde la informalidad ha tomado espacio y sus edificaciones (sean casas o edificios) carecen del menor criterio de seguridad y calidad de los materiales contribuyendo a una mayor vulnerabilidad en la medida que sus construcciones carecen de las herramientas necesarias para poder sobrevivir a las eventualidades de la naturaleza.
En ese orden, las normativas y metodología de la inversión pública son pertinentes en la previsibilidad de riesgos potenciales, de tal manera que si son aplicadas correctamente en las obras y proyectos que ejecuta el Estado dominicano se reducirían prácticamente los efectos de eventualidades catastróficas. Así, en la Metodología General de formulación y evaluación de proyectos en su sección de análisis de riesgos de desastres es mandatorio identificar mediante información recabada adecuada y oportuna las amenazas y desastres ocurridos en las áreas donde se llevaría a cabo la ejecución de una obra o proyecto.
Al respecto cabe destacar que, y a manera ilustrativa, si se hubiese hecho una correcta identificación del problema surgido con el desprendimiento de las paredes laterales del túnel de la ave. 27 de Febrero en el 2000, y se hubiese identificado las alternativas de acción tendentes a corregir las causas que motivaron en ese entonces el colapso del túnel, y no hubiese sencillamente anclado las losas con “pernos y pegamentos” a la paredes de tierra, lo más probable es que hoy no estuviéramos lamentando las pérdidas de vidas humanas valiosas.
Es pues, lo recomendable de disponer de reglamentos de construcción actualizados, así como la creación de manuales de buena práctica que enseñen a las personas que viven de la informalidad a construir con criterios de seguridad.
En tanto, sería importante la disponibilidad de mapas de vulnerabilidad a nivel nacional, por región, provincia, municipio, barrios, parajes y residenciales, en los cuales cuadra por cuadra, manzana por manzana, se pueda detectar las vulnerabilidades de cada una. Y poner estos mapas con descripciones claras y entendibles, colocados en murales a la vista de todos sus vecinos, a disposición de los gobiernos locales, las juntas de vecinos y la población.
De modo que, cada autoridad y habitante disponga de la información pertinente sobre las zonas inundables, zonas sísmicas, áreas de evacuación, edificaciones con riesgos, existencia de instalaciones riesgosas tales como bombas de gasolinas, de expendio de gas, fábricas, talleres y almacenes de productos inflamables, con conocimiento acabado de rutas alternas para mantener la eficiencia de los servicios de asistencia y respuesta, partiendo de la presencia de posibles obstáculos que imposibiliten el paso directo. Así como la localización de centros educativos, centros de salud, públicos y privados, los detalles de los pasos a desnivel, puentes elevados, túneles, puentes peatonales, inclusive con información del calado de las aguas acumuladas en momentos de lluvias torrenciales.
Por último, un avance sería implementar la microzonificación, consistente en estudios que caracterizan los suelos, valoran su peligrosidad y vulnerabilidad y proponen respuestas dinámicas frente a las eventualidades catastróficas de la naturaleza, por demás acentuadas por el cambio climático causado por la misma acción depredadora de los hoy “seres humanos civilizados”.
- El autor es Ph. D en Economía.