De los ingenuos y pueriles, líbrame Dios
Por LUIS RAMON DE LOS SANTOS (Monchín)
De los ingenuos y pueriles líbrame Dios, que de los malditos me libro yo. Hace algunos años leí un substancioso artículo escrito por el director de este periódico, Dr. Anulfo Mateo Pérez, en que se contaba la corta, pero muy fructífera historia de dos muchachos «ingenuos y pueriles» que hicieron vida común en San Juan De la Maguana, discurría el año 1966.
Uno de ellos. obviamente el más notable, tenía por nombre Dan Mitrione, el otro Dale Martin. Resulta y viene a ser que el inefable y cara de pendejo de Dan Mitrione, era en realidad un peligrosísimo agente de la Agencia Central de Inteligencia, mejor conocida como la CIA.
Mitrione no era un agente cualquiera, era especialista en torturar presos políticos, desaparecer cadáveres y causar todo el dolor posible a sus víctimas, en resumen, esa bestia era un catedrático en el arte de torturar, Todo me indica que a eso vino a San Juan De la Maguana, a entrenar a torturadores locales, por cierto, uno de ellos celebró en estos días con júbilo juvenil sus malditos 100 años de vida.
No me puedo explicar sin llegar a esa conclusión la presencia en nuestra comunidad de una basura de esa naturaleza.
Unos años después de pasear su execrable maldad por casi toda América Latina, esa mierda fue felizmente ajusticiada por un comando de los Tupamaros de Uruguay, librando al mundo de ese ser asqueroso y nauseabundo, pero, ¿sabían ustedes queridos lectores de Barrigaverde.net que la presencia inesperada de ese incomodo huésped tuvo precedentes notables en nuestro pueblo?
Antes de que el «alemán» toque mi puerta, quiero contarles algunas otras cosas que vi y de las cuales tengo el testimonio de una memoria hasta la fecha sin fisuras significativas.
Ajusticiado el tirano Rafael Leonidas Trujillo, el 30 de mayo del 1961, el país entró a una era de descubrimientos notables; de pronto supimos que había otros mundos; la prensa norteamericana dio cuenta de que se había fundado algo que se llamaba «Alianza para el progreso», uno de sus mentores era el hábil y sinuoso diplomático Teodoro Moscoso.
¿Qué era en realidad la alianza para el progreso? En apariencia, una institución que enviaba a los países pobres medicinas, insumos agrícolas, comida etcétera.
A partir de sus necesidades, la administración Kennedy apareaba su prestigio con la necesidad de los pueblos de América Latina; la geopolítica indicaba los puntos neurálgicos aptos para recibir esa ayuda «desinteresada» de parte del gobierno «amigo» de los Estados Unidos.
Recuerdo como si fuera hoy mismo, las largas filas que se formaban para recibir una lata de manteca de cerdo, un envase redondo que contenía un queso exquisito, por cierto, unas cuantas libras de trigo y un pollo congelado.
Los sanjuaneros se deshacían en elogios no sólo por la innegable calidad de la comida, sino por haber encontrado en la «Alianza para el progreso» la mano amiga que tanto se necesitaba, pero… la alianza mando otras cosas también. Una de esas cosas fue la llegada de un simpático gringuito llamado Dale Martin.
Dale era de estatura bajita, medio rechoncho y rubio; machacaba un español salpicado con palabritas en ingles que hacían las delicias de quienes lo escuchábamos, su carita de pendejo, sin embargo, no revelaba lo que en realidad era.
Después de mucho buscar, y gracias a la ayuda de la doctora Lina Batista de Méndez, había encontrado un lugar para vivir, la casa situada en la calle 27 de febrero, casi esquina Capotillo, justo al lado del local donde años después estuvo el colmado de don Cheo Valenzuela y su esposa doña Yolanda.
La misión de Dale era fundar en nuestra comunidad una sucursal del «Club 5-D»; instalar una granja de pollos y enviar a los «líderes juveniles sanjuaneros» a Puerto Rico con el propósito de tomar «cursos de avicultura».
Para la época, yo me consideraba un «carajito a la vela», felizmente realengo y, por lo tanto, incapaz de descubrir la verdadera intención de ese muchacho, qué, aunque parezca raro, comía como un loco arroz blanco con pedazos de lechosa en vez de carne.
Una tarde, el inefable Dale se apareció en mi casa con la intención de que mi abuela materna, doña Marina Figuereo, le alquilara el viejo caserón de madera y semi destruido que en su mejor momento había sido el taller de herrería de mi abuelo don Ramón Figuereo Noboa, el gringuito quería instalar allí una granja de pollos.
Una tarde, se apareció el muchacho, con su proverbial labia y su infaltable cara de pendejo, haciéndose el simpático; jamás se me ha olvidado el diálogo entre la matrona y el visitante indeseado, aquí les va. Tras los saludos de rigor y expresado el deseo mi abuela le dice:
-«Americano, ¿cómo sabe usted que yo tengo una casa desocupada en el patio?“.
-«Señora, nosotros lo sabemos todo”, le responde Dale.
-«¡Ah!, le ripostó mi abuela, entonces si ustedes lo saben todo, deberían saber que yo no alquilo, vendo ni presto esa casa; eso es un recuerdo de familia”.
Dicho esto, les dio las buenas tardes y prácticamente les cerró la puerta desde que sacó los pies al abandonar la casa, lo que vino después fue un pleito de mi abuela con los «malditos americanos, que se creen que uno es pendejo…».
El gringo volvió dos semanas después con una delegación compuesta por monseñor Thómas F. Reilly, don Remigio Valenzuela y doña Tatá Matos y convencieron a doña Marina, que les permitiera tumbar el viejo caserón y construir allí una granja de pollos que albergaría a más de cinco mil pollitos, los cuales en seis semanas y comiendo las 24 horas del día debieran alcanzar las dos libras y media, además, me darían el trabajito de limpiar los excrementos y llenar los comederos y bebederos con el sueldazo de RD$7.50 pesos mensuales.
La granja fue un éxito total; lo raro es que los «líderes juveniles sanjuaneros» enviados a Puerto Rico a especializarse en avicultura nunca visitaron la granja; jamás le pusieron una vacuna a un pollo y nunca se interesaron por saber cómo estaba funcionando el experimento. Eso sí, fueron todos seleccionados para formar parte de un grupo liderado por Dale Martin, llamado Frente Patriótico Anticomunista (FREPAC), ¿Coincidencia? Lo dudo.