
El bar de Alfredo
Por LUIS RAMON DE LOS SANTOS F. (Monchín)
Los sanjuaneros, especialmente los contertulios nocturnos, lo conocieron con tres nombres diferentes: El Bar de Alfredo, Alfredito con su Bar y El picot de Alfredo, este último como referente al aditamento musical con que su propietario don Alfredo Medina alegraba las noches bohemias en el San Juan de aquellos años.
El bar de Alfredo fue instalado meses antes que el «Danubio azul» ,pero debido al cambio de nombres, pienso yo, fue paulatinamente ignorado por los sanjuaneros hasta que a don Alfredo literalmente se le encendió la chispa y decidió cambiar la decoración y diversificar sus ofertas en una de las paredes, el famoso pintor conocido como Lan, dibujó la silueta de una sirena emergiendo de los mares, sosteniendo una botella de ron y en la otra un marinero esperándola con un vaso en la mano.
Como parte de la «segunda vida» del bar, se ubicaron las mesas de manera diferente, un personal nuevo fue contratado y se oficializó el nombre del establecimiento como «El bar de Alfredo».
Gardel, un conocido camarero, fue contratado para entrenar a los mozos y se le encomendó a alguien darse una vueltecita por las ciudades cercanas en busca de una que otra muchacha que se quisiera ganar algunos pesos ejerciendo la profesión mas antigua del mundo; allí hizo su triunfal debut una exuberante montecristeña, conocida como «La menor», de cuyo vientre dicen las malas lenguas nació «Cuerillin», de grata recordación entre los adolescentes de la época, ya que fue la universidad erótica, donde se graduaron muchos muchachos de la época.
Había algo cierto en todo esto: El Danubio Azul y El bar de Alfredo no podían coexistir en un mismo espacio y como la rivalidad no llegaba a limites personales, sino meramente comerciales ,se decidió hacer un concurso de baile entre las muchachas de ambos centros, con el compromiso de que el bar que perdiera la competencia se tenia que mudar lejos del otro.
Cuatro muchachas por establecimiento fueron escogidas para la competencia que iba a ser celebrada un domingo, desde las 10:00 de la mañana hasta que se decidiera, por eliminación y aplausos, la ganadora.
Llegado el día se escogieron tres temas musicales: «Baja y tapa la olla» del dúo Los compadres; «Yo quiero un vacilon», de Los ahijados, y «La chaveta», de Los Matamoros.
Por unanimidad se escogió el Danubio Azul para celebrar la competencia por razones de espacio y logística; el bar estaba repleto, un bombero apodado «Soledad» fue encargado de imponer el orden, ya que como la entrada era gratis en diez minutos allí no cabía ni un suspiro.
Justo a las 11:00 la mañana, las chicas hicieron acto de presencia escasamente ataviadas.
Dejo para el final de esta serie, el resultado del concurso.