Variedades
El Danubio Azul
Por LUIS RAMON DE LOS SANTOS (Monchín)
No, no se trata del famosísimo vals del austríaco Johann Strauss II, sino de uno de los prostíbulos-bar-casa de citas más concurridos y famosos de San Juan de la Maguana y sus alrededores.
Para contar parte de su historia tuve que recurrir a un amigo, colega y hermano por coincidencia llamado Danubio, con la diferencia de que este no es azul sino García. Danubio, que por su edad no podía ni pasar cerca del lupanar, vivía frente al mismo, pero como todo muchacho desde que llegaba de la escuela en vez de hacer la tarea se ponía la camisa de pendenciero dándose literalmente un banquete visual de todo lo que pasaba allí. El «Danubio Azul» estaba localizado en calle Diego de Velásquez esquina Dr. Cabral; fue inaugurado por su propietario Nivin De Oleo Montero nativo de El Cercado y aposentado en San Juan.
La inauguración de «El Danubio Azul», en los primeros años de la década de los sesenta fue realmente apoteósica, para la misma fueron importadas meretrices de Mao, Navarrete, Santiago y para darle categoría internacional llegaron chicas de Panamá, Curazao y Colombia, que por cierto le comieron el mandado a las criollas porque según ellas no era lo mismo chuparse un caramelo dominicano que uno francés. Algo que llamaba poderosamente la atención era la decoración del techo, para esos fines se contrató a un sanjuanero llamado Tomasito De los Santos, quien usando los colores de la bandera nacional fabricó una especie de panal de abejas en papel crepe endurecido con cera de abejas dando la impresión de que se estaba no en el Danubio Azul de San Juan, sino en algún templo erótico de Paris. Así estuvo, hasta la desaparición del mismo ocurrida en el año 1975. Un solícito camarero, llamado Emelindo, desbordaba simpatía con los contertulios y hasta se prestaba a recomendar una que otra chica a clientes indecisos.
No vayan a creer que «El Danubio Azul» era un lupanar cualquiera; su clientela era conformada por abogados, ingenieros, médicos y agricultores adinerados y otros menos impíos, como un conocido sacerdote católico de la diócesis de San Juan sorprendido en plena faena con una chica a la que le estaba sacando los demonios de la carne en uno de los cuartos traseros del lupanar.
Otra de las características que recuerdo del lugar, perdón, que me contó Danubio García, era la exquisita colección de boleros, sones y guarachas de la moderna vellonera, por cinco centavos podías seleccionar tu canción preferida sin tener que esperar que una emisora lo programara. Los lunes, el legendario locutor Papá Rojita realizaba una rifa patrocinada por uno de los rones dominicanos. Algo que no se puede ignorar en esta historia, es que frente al local se apostaban varios limpiabotas en espera de clientes, pero uno de ellos, un niño para la época era el encargado de estregarle la espalda a las muchachas cuando entraban a bañarse.
El costo de los servicios variaba desde 20 hasta 200 pesos, según la edad y el maltrato de las muchachas. Para Nivin y Emelindo, todo iba de maravillas, hasta que un día se anunció con bombos y platillos la inauguración de otro bar con similares características: «El bar de Alfredo» o «Alfredito con su bar», como también se le conoció, pero esa es otra historia que yo prometo contar en otra entrega de Barrigaverde.net.