
El día del concurso llegó
Por LUIS RAMON DE LOS SANTOS F. (Monchín)
I
El Bar de Alfredo y El Danubio Azul representados por sus propietarios Alfredo y Nivín respectivamente habían acordado realizar un concurso de baile con la encomienda de que quien perdiera se tendría que mudar bien lejos del ganador. Ocho muchachas, cuatro por bar, habían sido rigurosamente escogidas para representar a sus respectivos negocios.
EL 4 diciembre del año 1970 a las 10:00 de la mañana todo era expectación y nerviosismo; el Danubio Azul estaba repleto esperando la primera pieza musical cuando de pronto alguien voceó: «Coño… ni cuanta sangre, corran que a Fresita le bajó la vaina» efectivamente, a una de las bailarinas del Danubio Azul le había bajado «la vaina», dejándole de hecho fuera del concurso, lo curioso del caso es que quien dio la voz de alarma fue un muchachito de apenas 10 años a quien le decían Danubio.
Alertada la señora madre de la ocurrencia del carajito, le asestó un chancletazo en la boca flojeándole los dos dientes delanteros razón por la cual hubo que extirparle uno de ellos. Se acordó la participación de tres chicas por bar, ante el inesperado acontecimiento.
El maestro de ceremonias anunció la primera participante, Perlita, una exuberante arrayana importada de Elías Piña, al ritmo de «Baja y tapa la olla» la chica empezó a moverse de arriba hacia abajo provocando un éxtasis incontrolable; uno de los asistentes voceó: Nivín recoge que ya ganó Alfredo.
Alertado Nivín de que «El Danubio Azul» estaba a punto de perder la apuesta escogió a su mejor representante: «Cuninín» bella y delgada como una espiga tal y como la describió el maestro de ceremonias,
Cuninín tenia la encomienda de provocar más aplausos que Perlita, para su participación se escogió la pieza «El que sabe, sabe» de, autoría de Los Compadres. Empezó la música y como si fuera un resorte Cuninín se subió a una de las mesas, de un tirón se despojó de los calipsos, movió la cabeza en un rictus de locura, al punto de que se le volaron los dos rolos delanteros, el público se volvió loco, «esa es… esa es», se escuchaba al final del baile; uno de los participantes le ofreció matrimonio a la joven, al tiempo de invitar a todos a la inminente boda.