Este país
Por JUAN TAVERAS HERNANDEZ
Este país, que, como decía el poeta, “no merece el nombre de país, sino de tumba, hueco o sepultura”, de grandes desigualdades sociales, con una deuda con los de abajo desde mucho antes de nacer, sigue entrampado en un círculo vicioso del cual parece no saldrá nunca, porque sus dueños, sus verdaderos dueños, los que han hecho fortunas al amparo del poder y del Estado que los sustenta, no lo dejan crecer, ni siquiera al ritmo en que crece la economía.
Este país, “de dispare primero y averigüe después”, donde la “vida sigue valiendo menos que un cigarrillo crema”, (sin filtro) como dijera el profesor Juan Bosch mucho antes de abandonar el vicio, que tiene todas las leyes gracias al populismo legislativo, pero que sólo se les aplican a los de abajo, a los que no tienen nombre ni apellido, los “nadies”, como dijera Eduardo Galeano, sigue siendo “triste y torvo”, pequeño y agredido, donde ya no falta gente para tanta tierra.
Las leyes van y vienen. Pero nadie las respeta. Nadie las hace respetar. Todos juran y prometen “respetar y hacer respetar la Constitución y las Leyes”. Pero depende. Depende de quién o quiénes la violen. Si es alguien sin prosapia, si no es “de buena familia”, o un hijo de un “tutumpote”, como describió Bosch a los hijos de Papi y Mami que transitan en vehículos de “alta gama” conducidos en la Lincoln o en el Malecón a la velocidad del relámpago, sin ser molestados por ninguna “autoridad competente”.
La falta de consecuencia, de la que tanto se habla en los medios de comunicación, es la característica principal de la impunidad. En este país todo se puede. En este país nada se respeta. No hay autoridad. Todo lo que está prohíbido, por la Constitución y las leyes, se permite, se legaliza por la costumbre, que es la verdadera ley. Los “motoconchistas” se han convertido en una “plaga”, con “placa” y sin placa. Para ellos no hay carriles, no hay semáforos, vías contrarias, señales de tránsito. Nada.
Esos señores son los dueños de la ciudad. Suben y bajan por los túneles y elevados. Pero lo mismo hacen los demás vehículos, incluyendo los de lujo, los que llaman de “alta gama”, valorados en muchos millones de pesos. En este país hay que poner ley, disciplina y orden. “No necesitamos otro Trujillo”, como dice mucha gente. Necesitamos que rija “el imperio de la ley”.
La “nueva Policía” no tiene autoridad ni calidad para “poner el orden”, para aplicar la ley. La Policía no forma parte de la solución, es parte del problema, a pesar de los esfuerzos y la inversión del gobierno para cambiarla.
Este país de porquería, “el mejor país del mundo” porque es un desorden donde no se respeta nada ni se respeta a nadie, seguirá sumergido en el atraso y subdesarrollo mientras el “cambio” no se produzca en la estructura del Estado y de la sociedad, mientras la complicidad continúe protegiendo a los delincuentes de cuello blanco.