Henry Christphe, El Carnicero de Moca
Por RAFAEL PINEDA
El 3 de abril, por los siglos de los siglos, será recordado en la historia de la República Dominicana como “el día del genocidio de Moca”, por la matanza de niños y adultos ejecutada en esa fecha del año 1805.
El filósofo Jorge Ruiz de Santayana escribió una frase memorable: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
Hay quienes apuestan al olvido para obtener ganancias, o para complacerse con la amistad de alguien, o por ser amigos de los amigos de quienes han cometido crímenes que ofenden la memoria colectiva.
En el caso de Moca, se trata del genocidio cometido por el entonces generalísimo, y después rey de Haití, Henry Christophe. Mejor identificado por su apodo: el carnicero.
Los dominicanos tendremos los ojos bien abiertos ante la traición de historiadores, educadores, ministros, legisladores y funcionarios que pagan para suprimir capítulos de los libros de texto, ordenan borrar de las escuelas los murales que retratan las luchas por la independencia, escudan su accionar antipatriótico detrás de las ONGs y montan campañas financiadas por los patrocinadores de la agenda internacional.
No olvidar los crímenes del pasado, será siempre una consigna. En 1965 Pablo Neruda, en el poema Versainograma a Santo Domingo, nos lo advirtió de esta manera: “Aunque hace siglos de esta historia amarga, por amarga y por vieja se las cuento, porque las cosas no se arreglan nunca, con el olvido ni con el silencio”.
Vamos a conocer a quien fue el carnicero de Moca. Durante el régimen encabezado por Jean Jacques Dessalines, Henry Christophe era generalísimo. No nació en Haití, sino en la isla de Grenada, en 1757 (o 1767); llegó a territorio haitiano siendo parte del ejército Francés y se estableció como cabaretero; algunos años después retornó a las armas sirviéndole a Toussaint Louverture, ascendiendo de comandante a generalísimo. Los historiadores haitianos lo describen como un hombre violento, capaz de cometer los peores actos de crueldad.
En febrero de 1805 fue el segundo al mando de los 25,000 hombres encabezados por el emperador Jean Jacques Dessalines que, tomando por pretexto un decreto del general Ferrand, invadieron la República Dominicana (en ese entonces llamada Santo Domingo). El Carnicero Christophe entró por el norte y Dessalines lo hizo por Elías Piña y San Juan de la Maguana. Pusieron bajo asedio la ciudad de Santo Domingo y cuando iban a empezar el asalto, salieron huyendo ante la noticia de que una flota francesa había aparecido frente al mar de Puerto Príncipe.
A su paso, cometieron todas las tropelías imaginables; asesinatos, y las mismas violaciones a los derechos humanos que los franceses perpetraron contra ellos. Fue en esa huida que, al pasar por Moca, las tropas haitianas decapitaron a decenas de ciudadanos, entre éstos a los 40 niños que la memoria obstinada se empeña en recordar.
A los 18 meses de esta masacre, Dessalines cayó derrotado por una rebelión popular. Apedreado, lo tiraron al medio de una plaza, les cortaron las piernas, los brazos y la cabeza apareció días después en las manos de una indigente.
Tras un cambio constitucional en 1807, Christophe fue investido presidente, y en marzo, 1811, un Consejo de Estado lo proclamó rey de Haití.
Durante su reinado despótico, para uso propio y de la reina, mandó a construir 15 castillos y 12 palacios reales, entre ellos el de Sans-Souci, hoy la ruina más antigua de Haití.
La crueldad con que gobernaba, generó disturbios populares y una rebelión del ejército. En agosto del 1820, encontrándose en el interior de una iglesia, sufrió un derrame cerebral y su régimen entró en una impopularidad que lo llevó a tomar la decisión de quitarse la vida. El 8 de octubre del mismo año, el carnicero de Moca se disparó al corazón con una bala de oro.
Ambos genocidas, Christophe y Dessalines, terminaron de la misma forma que vivieron.
- El autor es poeta