Opiniones

La invasión en la memoria y el entreguismo en el presente

Por LILLIAM OVIEDO

En el año 2012 la bandera nacional fue colocada en el féretro de Bartolomé Benoit, el coronel de la Fuerza Aérea que en abril de 1965 prestó su firma para pedir “la intervención temporal y asistencia para restablecer el orden en este país". Como muestra de continuidad de la falacia y la abyección se observa que, en este momento, el presidente Luis Abinader se presenta como defensor de la soberanía y al mismo tiempo solicita en todos los foros internacionales que las grandes potencias (encabezadas por Estados Unidos) invadan Haití.

Benoit murió en abril del 2012, siendo Leonel Fernández presidente de la República y Joaquín Virgilio Pérez Féliz ministro de las Fuerzas Armadas. Ellos reconocieron como mérito de Benoit la firma de una carta, evidentemente redactada en la oficina del embajador Tapley W. Bennet, solicitando a Lyndon B. Johnson que ordene la invasión, y de un telegrama de la misma factura, enviado a la propia embajada en Santo Domingo, reiterando la solicitud.

Luis Abinader actúa como procónsul de este tiempo y en el mismo papel coloca a su vocero en los organismos internacionales, el canciller Roberto Álvarez.

La obediencia al dictado imperialista es la norma del gobierno en materia de concesiones mineras, de privatización del patrimonio nacional y de manejo de la propiedad en sentido general.

La clase dominante que protege y mantiene en su seno a Leonel Fernández y a Joaquín Virgilio Pérez Féliz presenta hoy a Luis Abinader como defensor de la soberanía y, por supuesto, lo faculta para utilizar los símbolos patrios.

Cincuenta y ocho años después de la grosera intervención yanqui a Santo Domingo, que constituyó una ofensa a este pueblo y a todos los pueblos del mundo, hay que condenar este hecho. Renunciar a la soberanía es un acto que la conciencia impide y la necesidad prohíbe.

¿Acaso no es urgente desmontar el sistema político dominicano, remodelado después de la intervención, cuando Joaquín Balaguer cumplió la tarea de unificar a la clase dominante en un proyecto de explotación, dominación, saqueo y coordinación de la dependencia al cual sus herederos introducen retoques preservando los privilegios, dando continuidad a la sumisión y protegiendo el latrocinio?

Con la podredumbre como marco, la derecha ha tomado los medios de comunicación (por la dictadura del capital y la cooptación de periodistas) y mantiene una campaña de desinformación y manipulación presentando como acciones de defensa a la soberanía la represión contra los migrantes haitianos y el levantamiento de un muro en la frontera.

El sello de ilegalidad colocado a los trabajadores facilita la sobreexplotación de la fuerza de trabajo en las empresas agrícolas, en las constructoras, en la industria y en el área de servicios. Los capitalistas que explotan y la derecha política (los discípulos de Vincho Castillo, los patrioteros y los ultranacionalistas constituidos en paramilitares delincuentes que enfrentan en eventos y en espacios públicos a quienes defienden los derechos humanos) saben que no reside la soberanía en el abuso y en la negación de derechos, pero les resulta rentable abusar de los pobres y arrodillarse ante los poderosos.

28 de Abril, desde esta América

A los 58 años del desembarco en Santo Domingo de los marines de la 82.ª División Aerotransportada (en inglés, 82nd Airborne Division), hay que denunciar a los procónsules y destacar que gobernantes que se presentan como revolucionarios y progresistas y a quienes el poder mediático llama izquierdistas, comprometen a sus países en el proyecto imperialista.

No se paraliza la acción ecocida en la Selva Amazónica con el proyecto presentado por Gustavo Petro de cambiar dinero por trabajo ecológico. No se suavizan con eso las garras del Fondo Monetario Internacional, que son las del gran capital a nivel global. Eso no resiste discusión.

¿Quién dijo que es posible humanizar el capitalismo o cambiar su naturaleza saqueadora? A la sinuosa posición sobre la operación militar rusa en Ucrania, gobernantes como Luis Inacio Da Silva (Lula), Gustavo Petro y Gabriel Boric suman la renuencia a romper viejos lazos de dependencia como son los vínculos con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y ciertas concesiones mineras que perjudican a los pueblos.

Si fue reprochable que durante el anterior gobierno de Lula Brasil estuviera en la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) hoy resulta vergonzoso que gobernantes como Petro, Boric y Lula no se pronuncien en rechazo al proyecto de invasión.

Tras la reciente reunión con Joe Biden, Petro nada dijo sobre una posible ruptura de la colaboración de Colombia con el proyecto yanqui de controlar las vías del Pacífico.

Organizaciones ecologistas han conseguido una paralización temporal de las construcciones militares en la isla Gorgona, pero el Gobierno colombiano no ha dispuesto (obviamente, no puede) el cese de la presencia yanqui en esa zona.

Fue grotesca la invasión a República Dominicana en 1965 y son grotescas las manifestaciones de apetito imperialista por el litio, el oro y otros elementos que guarda el subsuelo de América.

La prepotencia imperialista hace que los servidores yanquis declaren sin reparos que se proponen evitar el fortalecimiento de las relaciones entre China y los países latinoamericanos y, más importante aún, que impartan órdenes a los gobiernos serviles de paralizar proyectos económicos que involucren la presencia china.

En el caso de los puertos dominicanos, la manifestación no puede ser más clara. El puerto de Manzanillo será remodelado bajo la tutela yanqui, porque el gobierno de Biden no permitió que el gobierno que encabeza Abinader concretara el acuerdo con China.

En el presente año, han visitado el país funcionarios estadounidenses entre los cuales se encuentra Laura Richardson, jefa del Comando Sur; Barbara Feinstein, subsecretaria adjunta para asuntos del Caribe y Haití, y Wendy Sherman, subsecretaria de Estado.

Con el aplauso a que están obligados los falsos analistas de los medios de comunicación, Abinader presenta a los funcionarios yanquis como colaboradores, recibe en privado sus órdenes y sigue ejerciendo con descaro el entreguismo, amparado en el poder de los medios de comunicación y en la realidad de que la oposición de derecha es también probadamente entreguista.

Las sucias manos de la clase dominante le entregan la enseña nacional con el mismo descaro con que la colocaron en el féretro de Benoit y hasta en el Antonio Imbert Barrera… Sin pretensión de predecir el futuro, hay que recordar la declaración de Benoit a la desaparecida revista Ahora en septiembre de 1965, cuando se preparaba el falso torneo electoral para sentar a Balaguer en la silla presidencial: “La intervención americana fue necesaria. Ella salvó al país del caos y de la posibilidad de que cayera bajo el régimen comunista. Ahora es muy fácil criticar, pero, de no haber pedido ayuda los Estados Unidos, los mismos que hoy nos critican estarían reprobándonos nuestra falta de previsión”.

Vale recordársela, porque para dar continuidad al entreguismo se necesita una alta dosis de ambición y de desvergüenza… El camino hacia el zafacón de la historia lo construye el servilismo ejercido y lo rellenan las mentiras y las declaraciones asqueantes.

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