Opiniones

La peligrosa transición

(De la hegemonía de EEUU (Occidente) a la de China (Oriente)

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EEUU es un pueblo relativamente joven, con unos cuatrocientos años de historia, incluyendo el período colonial. China, en cambio, va por el año 4721 en su calendario. Kissinger, en su obra CHINA, aporta suficientes datos sobre estas diferencias abismales. Y por encima de las grandes divergencias económicas y culturales está el peligroso diferendo militar, específicamente nuclear.

Tres días después de caer la segunda bomba atómica sobre Nagasaki, lanzada por EEUU en 1945, el emperador japonés Hirohito pronunció un discurso por radio aceptando las “condiciones de los aliados”, es decir, la rendición incondicional porque el arma usada contra su pueblo podía destruir no solo a todo Japón, sino a toda la humanidad.

Ese mismo dato ha sido repetido por Kennedy, en 1961; Nikita Kruschev, 1962, y otros estadistas y científicos hasta el día de hoy. Quien mejor lo explicó fue el secretario de Defensa de Kennedy y Lyndon Johnson, Robert McNamara, en su obra La esencia de la seguridad.

América Latina ha tenido una posición bien clara en contra de la construcción, uso, almacenamiento o traslado de armas nucleares en este vasto territorio desde que sus gobiernos firmaron, en 1967, en México, el Tratado de Tlatelolco, que dice: “…El incalculable poder destructor de las armas nucleares ha hecho imperativo que la
proscripción jurídica de la guerra sea estrictamente observada en la práctica, si ha de asegurarse la supervivencia de la civilización y de la propia humanidad…”.

A pesar de todas estas graves advertencias de estadistas, científicos y de diversas conferencias y resoluciones del sistema de la Organización de las Naciones Unidas; además de tratados entre las dos grandes potencias nucleares (EEUU y Rusia, incluso para una destrucción gradual de esas armas), la guerra en Ucrania ha vuelto a blandir como espada de Damocles el peligro nuclear sobre la cabeza de ocho mil millones de seres humanos.

Con este nuevo conflicto internacional el mundo entra en una etapa que podría calificarse de irracionalidad estratégica, precisamente entre los estadistas de las grandes potencias, quienes deberían ser los más racionales, sensatos. Sin embargo, están haciendo lo contrario de lo que aconseja el sentido común, teniendo cuenta su historia reciente:

1) Rusia, el país más grande del mundo (con más de 17 millones de kilómetros cuadrados), busca controlar más territorio, a pesar de su relativamente escasa población (menos de 150 millones de habitantes) y el pesado fardo del mantenimiento de sofisticadas armas nucleares y convencionales. Aunque es cierto que parte de ese inmenso terreno permanece congelado buena parte del año y que interviene por garantizar el acceso al mar Mediterráneo, clave para su comercio internacional y su defensa.

2) EEUU enfrenta, simultáneamente, a las otras dos grandes potencias; a pesar de valiosas experiencias en su propia política internacional reciente de que es preferible entenderse con una de las dos para intentar frenar a la otra, como lo hicieron Nixon, Kissinger y sus asesores con China frente a la Unión Soviética en la década de 1970. Según esos antecedentes, EEUU debió entenderse con Rusia, esta vez, para la disuasión de China; como lo hizo el entonces presidente Barack Obama cuando firmó un acuerdo de destrucción gradual de armas nucleares con su homólogo ruso Dmitri Medvedev, en Praga, en el 2010.

3) Alemania se rearma, innecesariamente; aumentará su presupuesto militar al dos porciento de su PIB, a pesar de que le ha ido mejor en los últimos setenta y cinco años de paz (1945-2020) que en los anteriores 75 (1870-1945) en que participó en tres guerras (la franco-prusiana y las dos mundiales), perdiendo las dos más catastróficas.

En vez de rearmarse, lo sensato era que Alemania inclinara todo su poder económico y político a favor de la destrucción de las armas nucleares, que los vencedores le impidieron desarrollar; para lograr un mundo libre del peligro nuclear (en esa posición habría coincidido con Japón, América Latina y su Tratado de Tlatelolco y toda la humanidad pacifista). Y para empeorar la tensión mundial también Japón sigue el ejemplo de Alemania y anuncia que, igualmente, aumentará su presupuesto militar al dos por ciento de su PIB.

4) La OTAN, incluyendo sus principales socios (EEUU y Alemania), intenta cercar a Rusia; a pesar de la sabia advertencia del teórico militar prusiano Carl von Clausewicht sobre que un país tan grande no se puede acorralar y mucho menos invadir; como lo hicieron Napoleón, “el Dios de la guerra”, y Hitler, fracasando en sus objetivos.

5) Los dirigentes chinos advierten con maniobras intimidatorias a los taiwaneses sobre que, oficialmente, hay una sola China. Esto ocurre a pesar de que la economía de la RP China podría absorber, gradualmente, a la de Taiwán; por lo que se vislumbra a lo lejos. Y los chinos continentales no perderían mucho con respetar el estatus político de Taiwán, que apenas tiene 23 millones de habitantes y algo más de 36 mil kilómetros cuadrados frente a una población de 1 400 millones de habitantes y nueve millones de km2.

En cambio, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños ha ratificado esa vocación a favor de la paz mundial en el segundo apartado de la declaración final de su VII Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, realizada en Buenos Aires, Argentina, en enero del 2023.

Latinoamérica y el Caribe como un todo pueden jugar un rol activo a favor de la destrucción de las armas nucleares, basándose en la autoridad política que les da el Tratado de Tlatelolco (1967). Por supuesto, la CELAC debe proclamar una política autónoma en pos de ese objetivo, no inclinarse al lado de una de las superpotencias beligerantes; lo que lamentablemente ha hecho Europa a través de la OTAN.

¿Qué puede hacer un país pequeño, subdesarrollado y de poca población como RD en este contexto mundial catastrófico? Por sí solo, muy poco. Pero como primera economía de Centroamérica y el Caribe, por encima de sus lacerantes desigualdades, RD puede ser un actor activo en la CELAC, de la cual ya ha ocupado la presidencia.

Aprovechando, además, escenarios como la XXVIII Conferencia Iberoamericana, realizada recientemente en este país; en la cual, lamentablemente, no hubo una declaración firme a favor de la paz mundial y la destrucción de las armas nucleares. Ojalá que, en el futuro, este y los próximos gobiernos dominicanos tengan en cuenta la necesidad de evitar un holocausto nuclear, por guerra o accidente; un peligro tan o más urgente de superar que el cambio climático.

Santo Domingo, DN, 29 mayo de 2023.

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