Variedades

Las Riquezas de don Pepe

Por RAFAEL PINEDA

(Lectura y análisis de un cuento de Luesmil Castor)

Las Riquezas de Don Pepe es uno de los 27 relatos del libro “El ojo del Hechizo”, de la autoría de Luesmil Castor. Publicación pos pandemia de la prestigiosa Editorial Santuario, de la República Dominicana.

De corte popular o tradicional sobre un personaje llamado Pepe Perozo, apodado “don Pepe”, cuya vida se sitúa en los albores del siglo XX.

Uno de los méritos sociales de este personaje, quizás el principal como pudo haber sido para cualquiera de nosotros, fue cultivar amistad con Liborio y haber puesto en práctica un ejercicio de solidaridad ocultándolo en su finca en el poblado de La Guarapa, cuando el Mesías de la región Sur se encontraba en grave peligro, huyendo de la persecución de las tropas yanquis de ocupación.

El otro mérito de don Pepe, por lo que seguramente era, además de respetado, temido, es que tenía dinero, y era dueño de un bacá.

Es que don Pepe, además de ser amigo de Liborio, era un rico terrateniente. Ahora bien, en el imaginario de las gentes allá por el año 1918 donde nos sitúa Luesmil Castor con su historia, cuando alguien llega a tener grandes propiedades, como extensiones de terrenos, ganado y caballería, era preciso haber incurrido en algún acto reñido con la ética, la moral o las buenas costumbres.

Así pues, a don Pepe se le atribuía haber firmado un pacto con el Diablo, personaje que le da abundancia a las cosechas, hace reproducir el ganado y abre los caminos para extender la propiedad de la tierra.

Pero, además, para mantener resguardado todo eso, el Diablo dotaba al beneficiario del pacto, de un guardián sin cabeza (y a veces de varias cabezas), al que la gente identificaba como “bacá”.

De esos privilegios gozaba don Pepe. Para disfrutar con la mayor tranquilidad el bienestar, el beneficiario del pacto tenía que entregar algo a cambio, y esto era el alma de su primogénito.

Luesmil Castor cuenta que de noche se oían en el pueblo perros gigantes arrastrando cadenas y se sentían vientos como si se tratara de huracanes, y se veían animales de 3 cabezas patrullando las tardes-noches.

Nos cuenta la peripecia de Cocoi, un hombre que entró sin pedir permiso a tumbar mangos en la finca de don Pepe y fue perseguido por una de estas fieras de tres cabezas, logrando salvar las fiebres y los delirios con los ensalmos de la vieja Mariquita.

La tradición lo hace saber así y Luesmil Castor nos presente estos episodios de la vida campesina dominicana.

Así que, si quedaba alguna duda, los campesinos, vecinos y amigos de nuestro protagonista quedaron convencidos de que el pacto con el demonio era irrebatible el día que Pepitín, primogénito de don Pepe, muere en un extraño accidente en un caballo desbocado que cruza por el poblado lanzando llamaradas y tirándolo muerto en el potrero.

Ese era el precio que el Diablo había cobrado.

Esos pactos forman parte de una creencia muy arraigada en el siglo XX.
¿De qué manera don Pepe Perozo manifestaba admiración por Liborio?
En la finca y en la residencia del pueblo de Yuma, tenía sembradas tres cruces azules, símbolo de la devoción oliborista.

Yuma es un pueblo costero de la provincia La Altagracia, al Este de la República Dominicana, hasta donde se extendieron las raíces de las creencias del Mesías que fue Oliborio (o Liborio) Mateo, que tuvo origen, desarrollo y creación de la comunidad mesiánica en el extremo Oeste, en una montañosa comunidad sobre la Cordillera Central, llamada Maguana Arriba.

En el relato, Luesmil Castor divulga el folclorismo del tema vinculante a los atavismos que acompañan la tradición y la creencia popular.

En otro de los planos el mismo relato nos introduce en las peripecias de Príamo Rosario, otro beneficiario de un pacto con el Diablo y quien, como tantos, gozaba del privilegio de la mutación. Oliborista y patriota se opuso a las tropas invasoras mandadas por los Estados Unidos cuando esa nación, en los albores de la “Doctrina Monroe”, poniendo en práctica la política del “gran garrote”, invadió militarmente a la República Dominicana en 1916.

Príamo Rosario, junto al patriota Núñez, le dieron batalla al invasor y en una refriega mataron a un capitán del Ejército estadounidense (el autor lo identifica como “capitán americano”).

Es cautivante ese pasaje donde resalta el poder mutante de Rosario: Después de la refriega huye y en la entrada de la casa cuelga un racimo de guineos maduros, con un solo grano verde.

Los persecutores llegan, buscan infructuosamente revolviendo todo en la casa y en la finca, y no resistiendo el apetito comieron los guineos maduros, dejando en el racimo el único que estaba verde. Y resulta que el verde, el que dejaron, era el mismo Rosario que había mutado, salvando la vida.

Impresiona el final del relato, momento que don Pepe, a los 99 años, expira y se oye en el pueblo el maullido de un gato. Don Aquilino, haciendo de curandero, le dice a los presentes: “Su alma estaba en el gato”.

La presentación de “El ojo del hechizo”, de Luesmil Castor, la hicimos vía la plataforma de Zoom del Proyecto Cultural Sur Santo Domingo, con los escritores Alejandro Santana, Ike Méndez, Fania Herrera, César Nannum, Fidel Eguizábal, Josué Leger y el editor Isael Pérez.

 

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