Opiniones

Los sueños de la niñez

Por ANULFO MATEO PEREZ

1 de 2

Desde los orígenes de la humanidad, los sueños han sido objeto de interpretación. Se buscaba predecir el futuro analizando los sueños y para esta tarea estaban dedicados “sabios” al servicio de los reyes y familias que detentaban el poder.

Luego se enfatizó en el escudriñamiento de los sueños, para determinar experiencias dolorosas del pasado; apareció la hipnosis como método de valoración médica y la exploración del inconsciente, con resultados sorprendentes en Francia.

Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, en un proceso de información clínica directa de muchos años, comprendió que sus pacientes durante la verbalización de la asociación libre de las ideas describían los sueños.

Asociar los fragmentos libres del sueño les resultaba más esclarecedor que las asociaciones de sus vivencias cotidianas, en la medida las narraciones de la actividad onírica revelaban los recuerdos y fantasías inconscientes.

En 1900, Freud publicó “La interpretación de los sueños”, en que esa actividad (como síntoma neurótico) es la “expresión consciente de una fantasía inconsciente o deseo que no es fácilmente accesible a la vida de vigilia”.

El ensueño tiene una significación especial para el niño a diferencia del adulto, sobre todo cuando el infante no ha logrado madurar y no diferencia entre la realidad y fantasía. En este caso, lo soñado pudiera ser interpretado como si fuera real.

El niño puede reaccionar con placer o temor; cuando el sueño le causa angustia, cree que le pegan o es perseguido para hacerle daño; aparecen en la actividad onírica personas que le protegen o destruyen.

El sueño placentero se relaciona con flotar o volar, jugar o alimentarse y los padres pueden escucharle reír, cuando lo soñado es muy intenso y vívido.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba