Permítanme ser padre
Dotol Nastra, nadie te lo impide. Pienso que no deben condenarte por lo del «Dotolcito» y es correcto que apoyes a tu hijo. Pero te sugiero que, cuando las aguas vuelvan a su nivel, contribuyas con tu ejemplo a que esta sociedad se enrumbe por mejores senderos, en la formación y educación de nuestros descendientes.
Permite, hermano, que tu caso personal sirva para que las plataformas que dominan las influencias comunicacionales, realicen la reingeniería necesaria que den al traste con los antivalores que nos venden. Así las futuras generaciones no cometerán el mismo error que cometió tu hijo. Te garantizo que cobrarás la trascendencia a la posteridad.
Lo siguiente lo escribió un anónimo y es un vivo ejemplo de cómo un hijo guía el camino, para que los demás te permitan ser padre.
Carta de un hijo
No me des todo lo que pida, a veces sólo pido para ver cuánto puedo tomar. No me des siempre órdenes, si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría más rápido y con más gusto. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decídete y mantén esa decisión.
Cumple las promesas por pequeñas que sean y no me compares con nadie, especialmente con mi hermano o hermana. Si tú me haces lucir mejor que los demás alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor que los demás seré yo quien sufra. Déjame valerme por mí mismo, si tú lo haces todo por mí, yo nunca podré aprender.
No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro. Me hace sentir mal y perder la fe en lo que me dices. Cuando yo haga algo malo no me exijas que te diga el por qué lo hice, a veces ni yo mismo lo sé. Cuando estés equivocado en algo, admítelo, y crecerá la opinión que yo tengo sobre ti, y me enseñaras a admitir mis equivocaciones también.
No me digas que haga una cosa y tú no la haces, Yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo que tú digas y no hagas. Trátame con la misma amabilidad y cordialidad que tratas a tus amigos, ya que porque seamos familia no quiere decir que no seamos amigos también.
Enséñame a amar y a conocer a Dios, no importa si en el colegio me quieren enseñar, porque de nada vale si yo veo que ustedes ni conocen ni aman a Dios. Cuando te cuente un problema mío no me digas ¨no tengo tiempo para tus boberías¨ o ¨eso no tiene importancia¨. Trata de comprenderme y ayúdame, y quiéreme y dímelo. A mí me gusta oírtelo decir, aunque tú no creas necesario decírmelo.