Pluma y banda presidencial como instrumentos del entreguismo
Por LILLIAM OVIEDO
“Nosotros no vamos a intervenir en absolutamente nada que tenga que ver con la ocupación
en Haití. Sí, hemos sido los voceros de que Haití lo necesita, pero por razones históricas y
obvias de frontera, nosotros no debemos de intervenir…”.
Las frases que anteceden forman parte de la respuesta de Luis Abinader a una pregunta de
Bienvenido Álvarez Vega, director del diario Hoy. Abinader negó que vaya a instalarse en
territorio dominicano la oficina administrativa de la fuerza de ocupación.
Dijo que la colaboración sería limitada a lo humanitario, atendiendo en el país a cualquier
miembro de la fuerza de ocupación que presente problemas de salud. Informó que el
helipuerto existente en la embajada dominicana en Puerto Príncipe ha sido utilizado para
desalojar varias sedes diplomáticas en Haití.
Encabezado el equipo de anfitriones por el empresario José Luis (Pepín) Corripio, un grupo de
sus hijos y nietos y los directivos de los medios del Grupo de Comunicaciones Corripio, a Luis
Abinader no se le preguntó en cuáles instancias indaga por qué razón, del mismo modo que
muchos diplomáticos utilizan el territorio de República Dominicana para salir de Haití, los
mercenarios colombianos que en el año 2021 mataron al presidente Jovenel Moïse utilizaron
el territorio dominicano para entrar en Haití. Esa respuesta es necesaria para todo el mundo.
¿Con qué permiso esos mercenarios pasearon como turistas en Santo Domingo y otras
ciudades antes de llegar como sicarios a Puerto Príncipe? No fue tratado este tema y, por
supuesto, no se habló del proceso de contratación y especialización previo a la consumación
del hecho.
Presidente y empresarios imponen el silencio y dirigen la construcción del discurso. No hay
mejor cátedra sobre la validez del juicio de Carlos Marx cuando define a la prensa como
reproductora de las ideas de la clase dominante.
Luis Abinader no recurre a eufemismos. Se reconoce como vocero, como encargado de
solicitar la ocupación. Así gana el apoyo de la clase dominante y de los estrategas imperialistas.
¿Qué tarea es más importante en el quehacer de la clase dominante que coordinar el
entreguismo y la dependencia para que la coerción económica y la fuerza represiva sigan
garantizando la continuidad del saqueo, la explotación y el despojo?
El encuentro en el Grupo Corripio es parte del activismo reeleccionista de Luis Abinader, quien
recientemente anunció su aspiración a continuar en la Presidencia de la República en el
período 2024-2028. Lo son también sus visitas a otros medios de comunicación con citas
igualmente difundidas y concertadas. Son actividades de campaña las ruedas de prensa
presidenciales anunciadas para cada lunes.
Prensa y gobierno tienen el compromiso común de presentar como necesario pedido de
colaboración el ejercicio entreguista y de validar la imposición de las ideas de derecha en los
temas fundamentales.
Ese compromiso lo comparte la oposición electorera, encabezada por el depredador Leonel
Fernández, quien declaró que este país es parte del traspatio de Estados Unidos; el chabacano
saqueador Hipólito Mejía, quien se autodefinió como lacayo, y el merecidamente
desacreditado Danilo Medina, entreguista sin discusión.
Forman parte de este grupo otras figuras colocadas en un plano secundario, poseedoras de
sucias fortunas y descaradamente oportunistas, igual que algunos autodefinidos progresistas
quienes son, en realidad, renegados por conveniencia o centristas (derechistas disfrazados)
que buscan dinero y prebendas sin reparar en principios.
Por eso, en encuentros como el que tuvo lugar el pasado martes en el Grupo Corripio está
ausente la definición de invasión y se omite el análisis de un orden mundial en el cual Estados
Unidos y las potencias europeas son llamadas a constituir fuerzas de ocupación y no a rendir
cuentas por el saqueo y la siembra del caos en países como Haití y por la creación de
escenarios de guerra en todos los continentes.
La impunidad de esas acciones permite a los estrategas imperialistas asignar en cada invasión
el papel que consideren conveniente a gobiernos de América Latina, África y Asia.
En el caso de Haití, el papel asignado a Kenia presenta como global la conformación de la
fuerza de ocupación en el sistema hegemónico que tiene como brazo armado la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Abinader ha sido y es vocero. La prensa del sistema, su prensa, no reconoce en esto el
vergonzoso ejercicio de lacayo. ¿Ceguera inducida?
En un sistema político encabezado por patrioteros entreguistas que definen la soberanía como
la infame discriminación y despojo de derechos a la gente pobre, no tiene que explicar
tampoco por qué pone a la orden de los invasores los centros de salud dominicanos a pesar de
que ha autorizado el uso de la fuerza contra parturientas pobres en los hospitales. ¿Amenazan
las parturientas y sus criaturas la soberanía que en cambio preservan los ocupantes? ¿Cómo se
explica que comunicadores que se autodefinen como independientes guarden silencio ante
semejante retorcimiento?
En los espectáculos que constituirán las ruedas de prensa de cada lunes, como en su recorrido
de campaña por los medios de comunicación, Abinader no tendrá que explicar nada de esto.
Sus competidores de la derecha se limitarán a exigir que la etiqueta de ilegal sea destacada
cuando haya que pagar a la fuerza de trabajo.
El poder mediático disfraza la ilegitimidad, pero la realidad y la fuerza de los pueblos terminan
por tumbar las máscaras.
Inevitablemente, se evidencia la ilegitimidad y los pueblos exigen cuentas claras. ¿Desconocen,
acaso, Abinader y los bien pagados guardianes de su imagen que la toma de conciencia es un
proceso indetenible?