
Radiografía de un León herido
LECTURAS ACADEMICAS
Por BERNARDO HIRAN SANCHEZ MELO, Ph.D.
En la década de los noventa del pasado siglo, dos personalidades del ámbito político emergen a la palestra presidencial en simultaneidad en dos puntos distantes del planeta, pero con múltiples coincidencias en el devenir existencial.
En efecto, en la Rusia post soviética, Bladimir Putin, quien nació y creció en una barriada de Leningrado en el 1952, fue nombrado en el 1997 adjunto al jefe de la Administración Presidencial y, a tan sólo dos años, en el 1999, Primer Ministro.
De profesión abogado, talentoso, hábil en la actividad de espionaje, pues perteneció y dirigió la KGB soviética, con dominio de varios idiomas y amante del deporte. Putin fue llevado de la mano de su mentor el septuagenario Boris Yeltsin, entonces presidente de Rusia, a ocupar el más alto puesto de la Federación Rusa, en el año 2000. Vale destacar que, el contraste físico entre Putin y Yeltsin no podía ser mayor: uno en la flor de la vida, en buena forma física, lógico y calculador, el otro, con una presencia imponente, pero en declive físico, intuitivo y sagaz.
Para entonces, Rusia continuaba en su proceso definitorio y de consolidación de sus nuevas estructuras estamentales, sistema económico y reestructuración y conformación del nuevo aparato burocrático estatal.
En la formación de nuevos liderazgos, responsables de las luchas internas entre los grupos antagónicos surgidos de los remanentes de la antigua burocracia soviética en contradicción con las nuevas claques aglutinadas en grupos corporativos, constituidas en las llamadas “familias”, de gran poder económico y político en la sociedad rusa. Claro está, el poderío militar ruso nunca estuvo en manos de las familias ni de agrupación política alguna, esto así por la condición de potencia militar poseedora de uno de los mayores arsenales nucleares del mundo.
La capacidad y sagacidad de Putin fue notoria desde un principio, pues tuvo que lidiar con toda una amalgama de personalidades que se disputaban el poder en Rusia, aglutinados en las mencionadas familias, que controlaban las poderosas y multimillonarias empresas petroleras y gasíferas rusas, entro otras. Tempranamente, tuvo Putin que asumir el enfrentamiento de los movimientos separatistas como la de los chechenos y posteriormente la defensa de los pueblos de Osetia frente a Georgia, lo que le valió confianza entre el pueblo ruso para convertirlo en “el elegido de Rusia”, y así quedar fortalecido políticamente en el enfrenamiento de los opositores que le adversaban.
Es pues que, Putin gana las elecciones de 2000 apoyado bajo la configuración de un bloque electoral llamado Unidad, recurriendo a la integración de líderes regionales, muchos de los cuales temían perder sus puestos si acababan en el bando derrotado tras finalizar la batalla electoral.
Luego de Putin agotar dos periodos presidenciales, de manera estratégica endosa la presidencia a Dimitri Anatolievich Medvedev, quien fungió como primer ministro en los gobiernos de Putin, al ser postulado a la candidatura presidencial en el 2008, ganando abrumadoramente las elecciones. Entonces, Putin pasa a ser el poder tras bambalina, al ser nombrado Primer Ministro de la Federación Rusa.
Así, las cosas en Rusia.
En tanto, a miles de kilómetros de las tierras eslavas, un personaje con ciertas coincidencias con la del líder ruso, adquiere notable presencia en el espectro político local, en la misma década de los noventa al ser proclamado en el 1994 candidato a la vicepresidencia en acompañamiento al entonces octogenario líder del PLD, profesor Juan Bosch, quien llevó de las manos al joven Leonel Fernández a cúspide del Partido morado. Leonel nacido y criado en el populoso barrio de Villa Juana en el 1953, abogado de profesión con amplio dominio de varios idiomas, al igual que Putin, vivió fuera de las fronteras de su país por varios años.
Y al igual que el líder eslavo, Leonel llega a la presidencia en el 1996 de las manos de un caudillo octogenario: Joaquín Balaguer, quien le transfiere la antorcha del poder político, en aras de atajar la candidatura presidencial de su archienemigo y rival, José Fco. Peña Gómez. Y, similar al caso ruso, bajo la conformación de una alianza de partidos: el llamado Frente Patriótico.
Es justo reconocer que, Leonel Fernández tuvo la habilidad de lidiar con los poderes fácticos desde un principio de su gestión presidencial: con los empresarios de envergadura, con la iglesia católica, con los grupos militares, y sobre todo con los verdaderos dueños del país: las familias oligárquicas escudadas tras los grupos corporativos de fachada nacional y transnacional.
Esto así, siguiendo las enseñanzas de su líder y su verdadero mentor, Joaquín Balaguer, quien logró armonizar a su favor, en las post Revolución del 65 los intereses de los múltiples actores en pugna de la sociedad dominicana de entonces.
Capitalizó las contradicciones de los diversos estamentos de la sociedad dominicana, repartiendo el erario público, las riquezas, el presupuesto nacional, y el patrimonio del país, de la siguiente manera: a los grupos corporativos, les aseguró jugosas contratas del estado dominicano y la transferencia de empresas estatales; a los militares: poder económico y dominio castrense de grupos en contradicción; a los empresarios: leyes de incentivos y financiamientos a tasas preferenciales; a los trabajadores: bajos salarios pero estabilidad de precios; a la clase media: empleos de cierta remuneración en el aparato estatal; a los funcionarios del gobierno: posibilidades de enriquecerse mediante la corrupción; a las iglesias: la continuidad del concordato y el goce de privilegios gubernamentales; a las masas populares transferencias de subsistencia a través de organismos como la llamada Cruzada de Amor, entre otras.
Con esa misma partitura, se armó Leonel Fernández, para dirigir el Estado dominicano, con la sabiduría de no reproducir las acciones del fallecido líder Juan Bosch en su breve estancia presidencial en el 1963. Así, el muchacho de la barriada de Villa Juana supo descalabrar el patrimonio del Estado dominicano, haciendo uso de la ley de capitalización, al entregar a precio de vaca flaca y al mejor postor las empresas de CORDE, los ingenios azucareros y la empresa eléctrica.
A las clases populares los enmarañó con los llamados programas asistencialistas: comer es primero, los bonos gas, bono luz; la iglesia estuvo de pláceme, con los programas de construcción y reconstrucción de iglesias y edificios a las universidades católicas; el gasto en el equipamiento militar no se hizo esperar, como en el caso de los Tucanos.
En fin, innumerables las acciones encaminadas al ejercicio del poder sustentado en el reparto de un Presupuesto Nacional orientado a mantener las riendas del poder, menos a revertir las condiciones de pobreza y males endémicos de la mayoría de los dominicanos.
En el transcurrir de su gestión presidencial, se gestaba el liderazgo alterno a lo interno de su Partido: el de Danilo Medina Sánchez, quien (contrario al Medvedev ruso), y muy lejos de querer asegurarle una continuidad en la Presidencia a Leonel Fernández, tejió sus propias redes con miras a crear su propio proyecto de continuidad presidencial. Algo parecido, a los tiempos de Concho Primo.
Y lo cierto es que, no obstante Leonel haber formado una claque adinerada, con poder económico, algunos cálculos les salieron mal: primero, porque si bien, diseñó todo un andamiaje en torno a sus acólitos, a los cuales convirtió en alcancías, con manejos de miles de millones de pesos, a algunos de ellos los han ido neutralizando desde las instancias palaciegas, con los temas de corrupción y alegatos de asociatividad con actividades del mundo ilícito, tal y como lo hicieron con el mismo Leonel y el caso Quirino.
Otros tantos, siguen amamantándose de las ubres del Estado y temen perder sus puestos. Por otro lado, en gran medida, la simpatía profesada a Leonel por parte de una parte de la población dominicana, se forjó con las dadivas, repartos y asignaciones a través de los programas sociales, por lo que pretender hacer uso de su capacidad carismática e histriónica tendrá sus efectos, pero lo cierto es que su adversario y excompañero de Partido, Danilo, controla las finanzas públicas, los recursos inacabables del Estado y seguirá haciendo lo que saben hacer: aplastar los adversarios con los recursos del Estado.
Y, si bien, dispone de adepto y fieles seguidores en las altas cortes, el poder del Estado está en manos del caudillo de turno, y en un país de falta de estado de derecho (tal y como lo menciona en sus discursos alucinadores) los recursos son utilizados despiadadamente en contra de los opositores, tal y como él mismo lo hizo cuando era presidente, y él lo sabe.
En fin, Leonel es consciente también, aunque no se hace referencia, que no fue por el hablar bonito que, el talentoso muchacho de Villa Juana educado en el místico Colegio Cristóbal Colón de Villa Consuelo, gobernó en tres ocasiones y que personalidades como el difunto Carlos Morales Troncoso, los Bonetti, los Míkalo Bermúdez, y muchos otros se plegaron a su condición de Presidente del momento, sino porque supo jugar su rol como equilibrista del poder al servicio de las familias, y hay que reconocerlo: con comedimiento y astucia. Propio de una obra que bien pudiera titularse: La Divina Comedia, versión dominicana.
- El autor es economista
(Escrito en el 2019, sin perder vigencia)