
Relaciones sexuales y embarazo: exclusividad a persona adulta
Por EMILIA SANTOS FRIAS
Si bien es cierto que la tasa de natalidad en la población de un Estado es indicador de su desarrollo económico y social, también es una realidad la aflicción que sufre esa nación, cuando exhibe entre sus estadísticas más de 6,651 casos de embarazos en niñas y adolescentes entre 11 y 17 años de edad, que en 2024 se convirtieron en madre. La cifra solo muestra involución de bienestar, desolación, retroceso en ejecución de políticas públicas, ámbito educativo…
El desdichado dato de embarazos en esta población menor de edad, lo ofreció esta semana la Oficina Nacional de Estadística (ONE): “en el país se registraron 17,846 embarazos en menores de 19 años…, al menos 816, de las madres adolescentes, eran niñas con menos de 15 años de edad y 17,032, poseían entre 15 y 19 años. En dos madres con 11 años se registraron 2 embarazos; con 12, 17; con 13, 124; con 14, 144; con 15 años, 1,140; con 16; 2007, y con 17 años, 2,916…”.
Sin duda, la cifra llama de forma urgente a reflexión y acción, mediante políticas públicas profundas, oportunas y eficaces, ante factores tan determinantes en esta problemática, como la carencia educativa. Es bien sabido que nadie disfruta derechos que no conoce o acciona deberes inexplorados.
Por eso, el desarrollo socioemocional de las niñas y adolescentes, como personas sujetos de derechos, siempre debe ser alentado, reconocido y respetado en todos los espacios sociales: familia, escuela, iglesias, clubes…
Los datos listados precedentemente, hablan de pobreza, carencia educacional, vulnerabilidad en un segmento poblacional, en su factor social. Son portadores de pesadumbre, pues, la maternidad temprana, los embarazos adolescentes impactan la economía de los Estados.
En la República Dominicana esta situación: relaciones sexuales y embarazos tempranos, se suman a grandes luchas, como, mitigar niveles de corrupción, crímenes ambientales, cambio climático, desigualdad…, elevar el disfrute de derechos fundamentales, entre ellos, la educación; reconocimiento y ejercicio cívico de ciudadanía social…
Empero, es responsabilidad de los Estados garantizar derechos de los niños, niñas y adolescentes, protegerlos de abusos, de prácticas perjudiciales a su salud y el bienestar moral de la sociedad.
La educación es el medio por excelencia para alcanzar estas metas. Además, escucharlos e incluirles en las decisiones que les afectan, mediante modelos de crianza democráticos y entornos seguros.
En Latinoamérica, Chile es referente de lo indicado, de acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Sus ejemplos de éxitos son evidentes. Aunque, casi todos los Estados del mundo poseen niveles de embarazos en adolescentes, incluyendo los desarrollados, por ejemplo, China. Esto no es excusa para no enfrentar esta situación que socava el desarrollo generalizado.
De ahí que, los planes de autocuidado de la salud y prevención de embarazos deben ser permanentes. La decisión de gestar un bebé concierne a personas adultas. Por lo que, ante la realidad que vive el mundo, a la población menor de edad se debe mantener informada, orientada acerca de cómo evitar contraer enfermedades de transmisión sexual, y embarazos no deseados.
Asimismo, importantizar medicamentos y métodos de anticoncepción. Pero la medida más salomónica sería educar para que personas menores de edad postergue hasta la adultez su vida sexual. Que, en ella, sean responsables de sus derechos sexuales y reproductivos, que son derechos humanos, que se disfrutan desde la madurez. Así se evita desazón, inconvenientes sociales.
Noticias como esta demandan actuación rauda desde el poder político, mandos estratégicos y operativos, para que alcanzar desarrollo nacional sea sin tantos entuertos, ni máculas involucrar a toda la sociedad, ella tiene responsabilidad en el logro de los objetivos y fortalecimiento de los intereses nacional.
Da grima machar la información con los niveles de involución cultural, existentes en fragmentos poblacionales. Es un alto grito de auxilio en pro del rescate de una generación que desde fuera se observa atribulada, y parece olvidada.
Hasta pronto.
- La autora es educadora, periodista, abogada y locutora; reside en Santo Domingo.
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