Cartas al Director

Sobre La Cafetera

Señor Director:

Lo que yo rechazo es que la cafetera siga siendo una tacita de oro para que sus dueños, de cuando en vez, la conviertan en vasija de ordeño al Estado, en base a una muy cuestionable quiebra, sin demostración sustentable y qué ya van 2 veces.

Yo pienso, amigo Ponserratte y camarada Teo, que el Estado debe intervenir ese local y convertirlo en un centro verdaderamente cultural, porque hasta hoy lo que ha sido es un negocio particular. Ya Leonel Fernández, al principio de su gobierno, lo sacó del primer cierre. Ahora vienen con el mismo cuento de Pepito.

Miren, una cafetería en una zona como el Conde, y además con esa característica tan especial de La Cafetera, si quiebra es porque quiere o por descuido en el ordenamiento y la limpieza.

El trabajo cultural, en lo que el Estado debe invertir, es en el sector público. Lo privado es harina de otro costal.

La memoria histórica, en este caso, solo puede protegerse llevando al Estado a jugar su papel de protector de lo público y su expansión, si fuese necesario.

En el caso de la Cafetera, mi hermano poeta Pons, por sus quiebras consuetudinarias, lo adecuado, pienso yo, sería la intervención del Estado, declarándola de interés público y endosarla al Ministerio de Cultura para que juegue su papel de vehículo de promoción y hacedor cultural.

Del patrimonio cultural dominicano es responsabilidad primaria y lógica del Estado y en segundo lugar del privado, sin que esto signifique descuidar o enrarecer el aporte privado. Aporte que debe ser independiente, en lo fundamental, del papel del Estado. No se puede confundir una cosa con la otra. Puede haber cooperación entre ambos, pero preservando los valores públicos por encima de cualquier cosa.

El acervo cultural de un pueblo no se preserva al margen de tener en cuenta el papel de su protagonista fundamental, el pueblo que la crea.

El Estado está obligado a ayudar y proteger ese proceso de creación y su resultado.

Y eso no se hace liberando recursos a favor del sector privado descuidando lo público, que es lo que se hace aquí, camarada Pons.

Entonces, por todo eso, pienso que lo cultural, sobre todo la parte de la creatividad artística, la que sale y vuelve al espíritu del hombre constructor y lo hace ser más humano, debe levantar su voz para pedir al Estado dominicano su posible intervención, si fuese necesario, de todo proyecto cultural marginal, como el caso de La Cafetera, y hacerlo parte del acervo cultural de la nación.

Esta demás aclarar, que de dicho acervo cultural nacional es parte cada ejercicio cultural particular o privado que busque la construcción y cimentación de nuestra identidad cultural y su papel en el desarrollo real del pueblo dominicano.

Manuel Almonte 

  • Artista plástico, crítico de arte y militante cultural                                                                                                  Santo Domingo, DN.                                                                                                                                                

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