Variedades

Tina Modotti, el fuego que no muere

Según el poeta Pablo Neruda, Tina siempre fue una militante humilde que hacía las labores que nadie quería.

Por Telesur, Rosa Marpia Fernández

La fotógrafa que inmortalizó en blanco y negro, los conflictos y esperanzas de gente humilde, como un componente esencial en su estética.

“Son los tuyos, hermana, los que hoy dicen tu nombre/ los que en todas partes, del agua y de la tierra, / con tu nombre otros nombres callamos y decimos. /Porque el fuego no muere”.  Pablo Neruda.

El episodio que cuento involucra la vida de una mujer, que al mirarse en la tragedia de los otros, descubrió su propio rostro.

Cuántos podríamos imaginar a Tina Modotti, la fotógrafa, la artista y revolucionaria italiana, salvando vidas como enfermera, en medio de la Guerra Civil española. Tina estaba en Almería trabajando como sanitaria, cuando llegó la avalancha que huía desde Málaga.

Aquel episodio terrible fue violencia desatada sobre indefensos, cuando -se asumen- más de 150.000 personas abandonaron Málaga hacia Almería, perseguidos y bombardeados por las tropas franquistas en la madrugada del 7 al 8 de febrero de 1937.

El diario británico “The Manchester Guardian” relató así lo que ocurría:

“La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (…) Pronto el camino quedó cubierto de muerte”.

Lo que resultó ser la mayor masacre de la Guerra Civil española, permaneció oculto por mucho tiempo. Fue conocida popularmente como La Desbandada​. En andaluz, la Desbandá.

«Hay muchas incógnitas sobre este suceso, porque -86- años después no sabemos la dimensión real del crimen, no sabemos cuántas personas salieron realmente, no sabemos cuántas personas murieron, no sabemos dónde están las fosas donde fueron enterradas las víctimas, y no se rescató ni un solo resto de ellas. No hay ningún interés por parte del gobierno en descubrir la verdad sobre el suceso más cruel que tuvo lugar durante la guerra española en Andalucía», explicó Fernando Alcalde, investigador de las fosas comunes de la masacre de la carretera Málaga-Almería.

Fueron ametrallados y bombardeados en los tres días siguientes, por aviones italianos y buques de guerra franquistas, en un sórdido ejercicio de tiro al blanco que dejó cerca de 5.000 muertos en campos, cunetas y acantilados.

Los batallones Tchapaiev y Henri Viullemin, compuestos por voluntarios extranjeros de 21 nacionalidades, ayudaron a defender el frente republicano.

En mitad de la tragedia, la participación solidaria extranjera en la Guerra Civil española, se convirtió en un paradigma heroico.

Los horrores del conflicto

Aquel suceso marcó también la vida de escritores y artistas. Algunos describen cómo los participantes tuvieron que despejar la carretera de cadáveres para organizar la defensa y proteger a la población que huía despavorida. Igualmente, la vida de quienes presenciaron dicha guerra, quedó tatuada por los horrores del conflicto.

Más de 160 periodistas, escritoras, enfermeras o colaboradoras extranjeras de las Brigadas Internacionales narraron sus vivencias en sus propias biografías, artículos o novelas. Entre ellas, Tina Modotti. Una militante comunista que llegó a España como brigadista voluntaria, cuando ya era una reconocida fotógrafa, con una destacada labor en el Socorro Rojo Internacional.

Tina viajó a Europa en 1930 en un carguero lleno de ratas. Después de pasar hambre y frío en Berlín, perseguida por la policía fascista, llegó a Moscú.

Según el poeta Pablo Neruda, Tina siempre fue una militante humilde que hacía las labores que nadie quería. Desde barrer una oficina, ir a pie a los lugares más remotos, o pasarse las noches escribiendo cartas o traduciendo artículos.

En la tierra mexicana colaboró con el periódico El Machete, participó en la campaña por la libertad de Saco y Vanzetti, apoyó la epopeya de Sandino en Nicaragua e intervino en las protestas por los problemas salariales de los obreros mexicanos.

Antes de viajar a España, cumplió misiones en Polonia, Hungría y Rumania. Bajo el seudónimo de María del Carmen Ruiz Sánchez -conocida simplemente como María- fue una de las milicianas fundadoras del Quinto Regimiento. Combatió lo mismo con un fusil contra el fascismo, que curando a los heridos víctimas del régimen.

Puso en marcha el hospital para tuberculosos del gobierno republicano y colaboró con las Brigadas Internacionales de Albacete. También ayudó a muchos soldados a cruzar la frontera francesa y fue enfermera de confianza, junto a otras compañeras, cuando Dolores Ibárruri Gómez, conocida como La Pasionaria, enfermó de hepatitis.

A ella se le atribuye un artículo publicado en el periódico “Ayuda” en el que narra la situación desesperada de la población que llegaba a Almería.

“[…] La mayoría eran huérfanos ya… pero de todos esos niños ninguno tan adorable como aquel grupito que tenía como cabeza de familia a una encantadora chiquilla de 11 años, Valeria García Vara, de Vélez Málaga. La metralla los había dejado huérfanos en medio del camino. Se hizo cargo de sus tres hermanos menores incluso el niño de pecho que guardaba en sus frágiles brazos hasta que el Socorro Rojo fue a recogerla en la cuneta en la que, probablemente se tumbó para morir”.

El artículo, fechado en marzo, cuenta esta historia a su llegada a la carretera de la muerte. Quedaría marcada por el dolor de aquellos casi 300.000 refugiados que hicieron la marcha. Aunque aparece como un artículo anónimo, fue atribuido a Tina Modotti. Ella, que como Matilde Landa, fue enviada a Almería para asistir a los huidos de Málaga.

En el libro «Tina Modotti», editado Txalaparta, escrito por Christiane Barckhausen-Canale, se encuentran varias referencias a la labor de apoyo a las víctimas del ataque franquista contra Málaga.

“La más horrible evacuación de una ciudad que hayan visto nuestros tiempos” dibuja el rastro languidecido de “miles de niños”. Así lo describe el médico canadiense Norman Bethune, quien también llega para luchar contra el fascismo en la Guerra Civil española y se convertiría en uno de los grandes testigos de la tragedia humanitaria.

Bethune también conoció a Tina cuando coinciden al llamado para intentar aliviar a las víctimas, como la última maniobra desesperada del ejército republicano.

“No había frente, no había resistencia”, denunció Bethune. Toda la costa va cayendo en manos “de las tropas extranjeras de Franco”. Y, entonces, “unos cuantos aviones pasaron sobre nuestras cabezas, brillantes y plateados”. Bombarderos italianos y Heinkel alemanes. “Se lanzaron hacia la carretera y como una maniobra de tiro rutinaria, sus ametralladoras trazaron dibujos geométricos entre los refugiados que huían”.

Te quiero tempestuosamente

Fue la noche del 10 de enero de 1929 la que cambiaría la vida de Tina. Todo aconteció después de la escena de la pareja que caminaba tomada del brazo, ajena a los dos matones que traían a sus espaldas. A la altura de la panadería, se escucharon los disparos.

Él logró atravesar la avenida y se derrumbó sobre la acera del frente. Tina se arrodilló a su lado y colocó la cabeza del herido sobre sus muslos. Julio Antonio Mella alcanzó a decir que José Magriñá es el responsable y luego: “¡Machado me ha mandado matar! ¡Muero por la Revolución!”

Tina vivía con el joven cubano Julio Antonio Mella. Un revolucionario a carta cabal, que construyó estructuras de lucha antiimperialista; participó del apoyo a Sandino; fundó la Federación Estudiantil Universitaria, el Partido Comunista de Cuba y participó de la I Internacional.

Luis Herberiche fue testigo del crimen. Desde la puerta de su panadería pudo ver a los matones y ayudar a la muchacha, que sola no podía levantar al fortísimo muchacho de 25 años, derribado por las balas.

Ambas heridas fueron mortales: en el abdomen, y la otra le perforó un pulmón. Mella falleció a la mañana siguiente, mientras la patraña urdida contra Tina corría impresa por los diarios. A Tina Modotti, la fotógrafa de los “cristos crucificados y los cristos vivientes”, la llamaron «veneciana perversa» y Mata Hari del Comintern. En cinco días fue declarada “socialmente” culpable, mientras enmascararon la trama asesina del dictador cubano Gerardo Machado contra el líder Julio Antonio Mella.

“De ese juicio emergió ella, finalmente, libre y musa del pueblo mexicano que la considera parte de su Revolución, como aparece en el mural “Entrega de Armas” (1928). Diego Rivera la pintó con camisa roja, falda negra y canana pespunteada de balas. A corta distancia Mella la mira amorosamente y un poco más allá, asoma la cabeza Frida Khalo”, relata la periodista Rosa M. Elizalde, desde México.

Algunos saben la apasionada historia de amor de Tina, la compañera de Julio Antonio. De lo que casi nunca se habla es de la militancia tan profunda de ella, curtida en el mundo obrero, y de su gran talento como fotógrafa. Antes fue actriz de Hollywood, modelo de Edward Weston, se atrevió en su época a posar como vale la pena hacerlo si uno es una estatua viviente, refirió en cierta ocasión el intelectual cubano Alfredo Guevara.

Llegó a ser la segunda jefa del Socorro Rojo Internacional. Ella dejó para la posteridad, en un manifiesto, sus principales ideas como creadora. «Me considero -declaró- una fotógrafa y nada más, y si mis fotografías se diferencian de lo generalmente producido en este campo, es que yo precisamente trato de producir no arte sino fotografías honradas, sin trucos ni manifestaciones».

El amor siempre vuelve

«Te quiero, serio, tempestuosamente. Como algo definitivo». El amor vuelve como la declaración amorosa de Julio a Tina, porque la pasión es imprescindible para hacer con urgencia, el mundo mejor posible.

Lo importante al describir a Tina es mostrar a la mujer adelantada a su época, manifestante de su rebeldía interior. La que luchó contra los prejuicios de una sociedad que la señalaba por salir a la calle “después de las ocho de la noche, por compartir la mesa en lugares públicos con varios varones”, por “tener la costumbre de bañarse desnuda en la azotea de su casa cuando llovía”, relata el libro publicado en el 2021, “Tina Modotti. mucho más que un cuerpo desnudo”.

La fotógrafa que inmortalizó en blanco y negro, los conflictos y esperanzas de gente humilde, como un componente esencial en su estética.

Al terminar la guerra -Assunta Adelaide Luigia Modotti, su nombre original- viaja a Francia, y luego a Estados Unidos donde no se le permite la entrada. Por eso regresa a México.

Pasados tres años en tierra mexicana, después de una cena con sus amigos, murió a los 46 años tras un infarto, por una enfermedad crónica coronaria de la que nunca supo. Estaba sentada en un taxi, cuando su rostro mostró una dulce y tranquila sonrisa para la eternidad.

Parecería premonitorio -(Údine, 16 de agosto de 1896 – Ciudad de México, 5 de enero de 1942)- cuando dijo: “No quisiera morir con el rostro equivocado, quisiera morir con mi rostro verdadero, habiendo hecho lo que me tocaba hacer sobre la tierra”.

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba