Opiniones

Para que sobreviva la palabra, habrá que preservar la dignidad

Por LILLIAM OVIEDO

“¡Y si después de tantas palabras, /no sobrevive la palabra! /¡Si después de las alas de los pájaros,/ no sobrevive el pájaro parado!/¡Más valdría, en verdad,/que se lo coman todo y acabemos!”

César Vallejo canta y su canto es un grito, porque urge construir la esperanza. Y ese grito conduce a la memoria y remite al compromiso de construir el futuro.

Tras el asesinato, en 1973, de Gregorio García Castro, Orlando Martínez advirtió que la impunidad haría más vulnerables a todos los periodistas y seguiría socavando la libertad de prensa.

El próximo día 17 hará cincuenta años del asesinato del propio Orlando Martínez y la conmemoración, además de un homenaje al periodista revolucionario, es ocasión para reflexionar sobre el ejercicio del periodismo en República Dominicana.

A nivel mundial, la derecha y la ultraderecha se han unido para hacer de la libertad de prensa una farsa.
Es revelador el caso de Julian Assange, quien sufrió persecución, cárcel y exilio que mermaron visiblemente su salud, por denunciar crímenes de guerra, saqueo y tortura a interés de Estados terroristas apoyados en un orden ilegítimo.

El poder hegemónico castiga la dignidad, de eso no hay duda. Intenta, pues, sepultar bajo palabras huecas la palabra.

La alianza entre la derecha y la ultraderecha obedece al interés de las corporaciones, y se
expresa en las realidades nacionales.

En el República Dominicana, el control corporativo ha convertido a los medios de comunicación en reproductores de la ideología de la clase dominante y ha creado las condiciones para acallar las voces comprometidas con el avance político.

El reciente escándalo alrededor de conocidos comunicadores, quienes fueron acusados de ser agentes especiales del Gobierno de Estados Unidos pagados a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, conocida por las siglas en inglés USAID, es otro intento de reducir a lo particular la definición general de un aspecto de la realidad nacional conectado con el interés del poder hegemónico.

Con cada nombre colocado junto a un sueldo en dólares y la condición de agente especial, varios comunicadores fueron mencionados en la red social X.

Si carece de interés mencionar los nombres, es porque, de haberse generado la acusación en el seno de otra asociación de politiqueros (es impreciso llamarles partidos políticos), los nombres pudieron ser otros y otra la definición de la encomienda indigna. De seguro habría también plataformas, emisoras y medios escritos para dimensionar el espectáculo.

Cabe la especulación, por las características del entorno y la definición de los actores.

La podredumbre como marco

El sector que fabricó el escándalo, evidentemente formado por el Partido de la Liberación Dominicana, una parte de la Fuerza del Pueblo y varias franquicias politiqueras dispuestas para la alianza electorera, no critica el compromiso con la sociedad de clases.

La coincidencia con el empresariado en preservar, a cualquier precio, la sociedad de clases, así como en la idea de reducir a pura palabrería el derecho a la protesta, genera compromisos que no están definidos por un sueldo ni por el sello de agente especial.

Pero ese compromiso es común con la oposición de derecha, y por eso no se convierte en acusación. Además, no siempre lo definitorio es material idóneo para el espectáculo.

El gobierno y la oposición, como partes de un sistema político anacrónico y podrido, no critican el servilismo, apañan la autocensura que configura la censura corporativa y se unen para difundir la ideología de la clase dominante.

No tienen reparo, pues, el presidente de la República, los expresidentes, y los mal llamados presidenciables, en utilizar los recursos públicos para apoyar medios en los cuales se presenta como normal la venta de los elogios al por mayor y al detalle.

La mentira como recurso de manipulación

El compromiso con el atraso político hace que los medios de comunicación disfracen la realidad. Por eso muchos medios se han prestado a difundir que el proyecto de la USAID incluye la defensa de los migrantes haitianos, el reconocimiento de los derechos de las minorías y el rechazo a la discriminación. Eso no es cierto. La USAID es una agencia yanqui y, como tal, asocia la estabilidad a la sumisión.

Ni el gobierno encabezado por Danilo Medina ni el que hoy encabeza Luis Abinader desafiarían al poder hegemónico cometiendo abusos contra los migrantes. En los medios de comunicación, el tema de la migración se trata como asunto de seguridad nacional y eso lo hacen, sin distinción, los analistas y comunicadores allegados al sistema.

Por eso no califican como abusiva la colocación del sello de ilegales a hombres y mujeres. No es bandera de los estrategas imperialistas el respeto a las personas. ¿Qué salió del activismo gay en la embajada de Estados Unidos sostenida por James Brewster durante el gobierno de Barack Obama si no el chantaje a figuras públicas en una situación en la cual la compra y venta de servicios sexuales se presenta como normal y hasta como postura de
avanzada? Eso está muy lejos de la concepción humanística del respeto a la persona.

Donald Trump no descubre en este momento la USAID y sus proyectos, que se mantuvieron durante el cuatrienio 2016-2020, cuando él fue presidente de Estados Unidos. Sencillamente, los estrategas se proponen cambiar algunos criterios de asignación de recursos porque han variado algunos ejes de interés.

La llamada de Mike Pompeo a Danilo Medina para que desista de la intención de buscar la reelección se produjo durante el anterior gobierno de Donald Trump, y el tema de la explotación de las tierras raras, que destacó durante su reciente visita Marco Rubio, ha sido de interés de los gobiernos demócratas y los republicanos.

Condenar el saqueo y el entreguismo es la verdadera defensa del interés nacional, que no está divorciado del interés de todos los pueblos.

Rechazar la postura entreguista de Luis Abinader, que solicita la intervención en Haití y se pronuncia contra los gobiernos que se oponen a los dictados del poder hegemónico, es también necesario. ¿Es profesional sumarse al atraso político y no lo es rechazar la injerencia y denunciar la podredumbre?

El control corporativo intenta sepultar la palabra. Y desde cualquier profesión, sobre todo
desde aquella cuyo ejercicio comprometido costó la vida hace cincuenta años a un columnista
comunista llamado Orlando Martínez, hay que decir a César Vallejo, el poeta, el revolucionario,
el internacionalista, que el compromiso de preservar la dignidad se mantiene, y, por tanto,
habrá de sobrevivir la palabra y no será posible cercar a quien luche por mantenerla en su
justo lugar.

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