Psicópatas en la política
Por ANULFO MATEO PEREZ
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La definición y clasificación de la psicopatía ha devenido en lo que se conoce como trastorno de personalidad antisocial, y existe la tendencia de vincularla erróneamente sólo a la conducta criminal, recreada en el cine. No obstante, la psicopatía antisocial o sociopatía, tiene una constelación de rasgos emocionales e interpersonales, cuya definición se va diluyendo en lo individual, al margen de lo social.
El sesgo ideológico que marca todo el espectro de la enfermedad mental y de los trastornos del comportamiento, permite excluir a estos sujetos y verlos como normales, mientras lastiman a la sociedad.
Individuos clasificados como portadores de la personalidad antisocial están en campos tan variados como la política, economía, comunicación, enseñanza, medicina y el derecho, entre otras profesiones.
Porque el psicópata antisocial no siempre muestra una conducta criminal y violenta, tal como lo describen unilateralmente los manuales de criminología, pasan desapercibidos por el común de la gente.
En realidad, los rasgos propios de este tipo de sujeto son la falta de empatía, aunque algunos casos simulan muy bien lo contrario; ausencia de toda preocupación por los demás, crueldad y frialdad emocional.
Esa indiferencia le permite manipular y utilizar a otras personas sin remordimiento ni culpa, como ocurre sobre todo en la política; son hedonistas y temen al castigo.
Según Iñaki Piñuel (2008), “lo único que parece explicar su conducta social es el cálculo frío y racional de lo que van a sacar u obtener de sus acciones”.
El sociópata vive en un estado perpetuo de anomia, causando mucho daño, perjuicio y dolor a los demás; parece un autista social; no sufre de ansiedad ni angustia. En pocas palabras, es un malvado.